De cara a la cantidad torturante de historias que explican lo que permitió que Jesús apareciera vivo después de la Pasión y conscientes de lo contradictorio de los registros en el Nuevo Testamento, podemos fácilmente perder de vista el gran significado de tan maravilloso Evento.
Hasta hace 60 años el enfoque predominante de la Cristiandad había sido la pasión y muerte de Jesús. Había sido visto como una expiación de Dios hacia nosotros por nuestros pecados. Ante estas creencias difícilmente sorprende que la culpa y el arrepentimiento llegaron a ser las actitudes dominantes de las religiones ante Dios.
Los teólogos de las décadas de los 40s y 50s en Europa comenzaron a entender que lo realmente importantes acerca de Jesús no fueron el sufrimiento y la pasión, sino la resurrección. Muchos comenzaron a seguir esta nueva forma de entendimiento, pero en muchas religiones del mundo este enfoque tuvo poco efecto, de modo que la culpa sigue siendo la actitud religiosa dominante, en lugar de la alegría por el triunfo de Jesús a través de su resurrección.
Lo que los primeros Cristianos trataron de expresar acerca de sobrevivir a la muerte claramente derivó de las enseñanzas de Jesús y sus apóstoles, pero esto fue erradicado en los primeros siglos cristianos ya que las enseñanzas de Jesús estaban enmarcadas por el “modelo hebreo de los seres humanos” (la mayor parte del Antiguo Testamento es muy reservado acerca de lo que sucede después de la muerte). Este proceso se presentaba más en la cultura griega que rodeaba la primera comunidad cristiana, ya que las tradiciones griegas veían al hombre compuesto de un alma inmortal y un cuerpo físico perecedero y el background hebreo de Jesús y sus discípulos no. De modo que hoy en día existen muchos creyentes de las tradiciones Judeo-Cristianas que adoptan una forma no-Bíblica de una de las enseñanzas mas fundamentales de la primer comunidad Cristiana.
En los tiempos de Jesús solo los Fariseos creían en la resurrección después de la muerte, y presumiblemente fue en ese sistema de pensamiento en el que Pablo erigió sus enseñanzas acerca de la resurrección ya que así lo entendía. Sin embargo, en el primer siglo el pensamiento Judío no tenía cabida para la idea de que los individuos estaban compuestos de dos elementos, cuerpo y alma. Ellos imaginaban solo una unidad viviente indivisible. Consecuentemente, en las palabras de Pablo la resurrección de Jesús eran referentes a Él estando vivo como cualquier otro ser humano después de la crucifixión, y no acerca de la resucitación de un cuerpo de su tumba, lo cual los siguientes cristianos al parecer adoptaron. Desde luego que cualquiera se pregunta de nuevo lo que todas esas contradicciones realmente significan.
Los primeros Cristianos nunca entendieron la resurrección como el simple hecho de traer a Jesús de nuevo a la vida. Eso sería lo mismo que sucedió cuando Jesús levantó de muerta a la hija de Jario, al hijo de la viuda en Naim, o al Lázaro en Betania antes de la primer Pascua. Se entiende que estas tres personas volvieron a morir en una fecha posterior. Pero en los registros más antiguos la resurrección de la que todos hablaban era una radical transformación de Jesús. Que significa esto? Existe alguna pista para saberlo?
Aqui es donde otro punto importante de la fe cristiana acerca de la vida de Jesús requiere ser meditado, su Ascensión, la cual los primeros escritores cristianos dicen que tomó lugar 40 días después de su resurrección, o 18 meses como Ireneo dijo.
Cuando todo esta dicho y hecho la Cristiandad visualiza la ascensión de Jesús como un movimiento vertical de forma perpendicular a la tierra, como si fuese un elevador cósmico, para así sentarse a la derecha del Dios Padre en el Cielo.
Pero ascensión tiene un significado muy diferente en muchas otras tradiciones de religiones importantes, donde se refiere al elemento divino en cada ser humano que ha sido traído al interior de la encarnación física, de modo que el individuo ahora camina como un Dios sobre la tierra convertido en Hombre o en Mujer. Desde esta percepción la vida de Jesús toma una completamente diferente perspectiva. El no puede seguir siendo visto como quien vino a aplacar el enojo de Dios sufriendo por nuestros pecados, y podemos darnos cuenta que el verdadero significado es un magnífico viaje que culmina con su ascensión. Esto es, Jesús trajo a su naturaleza humana el completo dominio de lo divino. Lo que resulta ser el destino de todos nosotros. Y es en esta visión en la que entendemos a Jesús como una iluminación de nuestros senderos y no como un salvador que vino a saciar la ira de un Padre Celestial.
Así, como hace cincuenta años el enfoque de la vida de Jesús dio un giro del sufrimiento y la pasión a la resurrección, ahora necesitamos mover de nuevo nuestro enfoque hacia la Ascención, pero no como una creencia piadosa, sino como un ejemplo realista de lo que cada hombre y mujer que ha caminado sobre esta tierra es capaz de hacer.
De hecho, esta transformación ha ocurrido muchas veces en la historia de la humanidad, aunque la mayoría de los grandes seres que la experimentaron fueron cuidadosos y no fue divulgado.
En esas tradiciones de las religiones del Este que veían la Ascención como el ascenso del Maestro de donde se encontraba entre nosotros, la imagen utilizada del destino humano era la gota de agua, representada por nosotros, siendo re-absorbida por el océano, representado por el infinito o lo divino.
Esas tradiciones nos imaginan al final de la vida como reabsorción hacia el infinito, con una pérdida de memoria, identidad o cualquier cosa que conecta a los individuos con la existencia física aquí en la tierra. Siendo que mediante un mejor entendimiento de lo que Jesús era y como se relaciona con nosotros, un mejor uso de dicha imagen nos lleva a entender de que la gota no es reabsorbida por el océano. Lejos de eso, la Ascención es una reabsorción del océano en la gota y ese es el enorme reto que enfrentamos.
Miceal Ledwith, LPh, LD, DD, LLD
(traducido por Rod SG)
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