7 de junio de 2007

Un Buen Maestro.


De él aprendí que lo importante en la vida es dar. Y que la forma más simple de medir la espiritualidad de un individuo es a través de su generosidad. Él, el hombre más generoso que he conocido, nunca me enseñó oración o plegaria alguna, ni me llevó a ninguna clase de templo o recinto religioso. Aunque siendo miembro honorable de la Gran Logia y por muchos conocido como maestro y amigo, jamás insinuó serlo ni hacía alarde de ello.

Él aprendió del sol, del viento, del campo, del hambriento y de aquellos más pobres que él. Del trabajo hizo su devoción y de la amistad su religión. Se despojó a si mismo de sus bienes para alegrar a otros con ellos. Se empeñó en mantener su familia unida, haciendo de las fiestas una tradición que hoy perpetúa en tres generaciones de su descendencia.

Abuelo, hace 11 años dejaste tu cuerpo fatigado e iniciaste tu siguiente misión, misma que estoy seguro hoy desempeñas con la misma generosidad, valentía y hermandad que llevas tatuadas en tu alma.

Rod SG

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